miércoles, 1 de julio de 2009

Andando Por La Serranía De Borikén.

Caminar por las treinticinco carreteras que serpentean nuestra hermosa Ruta Panorámica Puertorriqueña, es contemplar una poesía adornada con gente, residencias, flamboyanes, quebradas, siembras, fresas, miramelindas, cuestas, curvas, bosques, montañas y cordilleras. Es suspirar en bocanadas de aire verde la belleza de nuestra tierra a la orilla del camino. Este andar se hace al caminar con las personas que participan en la caminata.

Se inicia caminando en la tierra que habita el Coquí Guajón, especie endémica boricua que desvió una autopista y la atravesó por un túnel en la piedra maciza de la Cordillera de Pandura en Maunabo. Este tramo de La Ruta enamora a primera vista por la belleza de la neblina que emerge de las llanuras y arropa las siembras y los valles. Nuestra vista se queda prendada en la casita encaramada en un árbol de pana como la de la plena de Juana Morales en el Barrio La Pica. Luego, La Ruta se desvía por el Barrio Guayabota de Yabucoa y se dirige a San Lorenzo.

La Ruta continúa en viaje hacia la Sierra de Cayey al pie de la cual arranca subiendo la cuesta llamada “Carajo” por su feróz empinada. Encomendarse en la gracia de las calabazas bajando es la manera para alcanzar la cima. Cantando Voy subiendo Voy bajando, Tu vives como yo vivo, Yo vivo caminando personas que participan de la caminata la encumbran con sonrisas de sudor empapadas. Cuesta energía apecharla pero gratifica.

Andar La Panorámica por carreteras dibujadas y escalpadas en la tierra y en las piedras de nuestras cordilleras es transitar por la arteria dorsal montuna que vibra en nuestras almas boricuas. Carreteras que no desarmonizan con las montañas y se ocultan en la foresta para no ser vistas desde la lejana costa. Las hay edificadas y amuralladas con una solidez que desafía la edad centenaria y la gravedad en precipicios. Andar por la serranía es descubrir que nuestra isla es inmensa, preciosa y más valiosa que un rico puerto.

Siguiendo La Ruta que se trepa en la fresca y panorámica explanada de Guavate, cavilamos en Preciosa y en la Isla del Encanto. Desde esas alturas, se zumba por debajo de la concreta autopista que pasa por Cayey y se enrosca en La Cordillera Central a la altura de Aibonito. Aquí es florida y ondeada en la cresta de las lomas. La olorosa humeada del carbón con carne asada a la vara se confunde con la espesa y húmeda bruma de la mañana, que es cuando la caminata mejorista camina.

Es andar con la energía que irradian las personas que se acompañan en la caminata. Ellas comentan la espectacularidad de la campiña, la lejanía de las autopistas y de la inmortalidad de las piedras asentadas a las orillas de las carreteras. La bulla agradable que se destila en las salidas de cada tramo que se camina nos entrega a los pies de La Ruta. Con sonrisa a flor de labios por la alegría que emana de las endorfinas cerebrales que se activan al caminar, se conversa o en silencio, la mente divaga en un estado de relajación que desgrana nuestras penas en la brea y aminora el cansancio muscular.

La Ruta Panorámica sigue su viaje hacia las montañas que demarcan la geografía de Coamo y Orocovis para remontar altura hacia las cumbres de Villalba. Su negra carretera entallada en líneas blancas, se transforma en mirador. Aquí las cimas cambian de categoría a Picachos, Cerros y Puntas. A pie y con calma apreciamos el Cerro de Doña Juana, el Monte de Jayuya, Los Tres Picachos, el Gólgota Cerro de Maravillas y el Cerro La Punta, que se honra de ser la cúspide más alta de Puerto Rico. Esta hermosa carretera es también la más alta en toda la isla. Para la caminata implica subir y subir. Subiendo se siente una mano cansada que te agarra por la cintura mientras caminas. Cuando bajas, la ventilación de aire puro y la luz solar celeste que impera en esas tierras, te embriaga de tal manera que deseas abrazar a toda la gente que acompañas.

La logística de la Caminata consiste de estacionar los autos en las llegadas y transportar a la gente en guagua hasta la salida. Por alguna razón misteriosa desde la guagua la distancia se percibe inmensa y las mariposas estomacales se alborotan asustadas por las millas que has de caminar. Se tranquilizan al sentir caminando la empatía con La Ruta y nuestra percepción de las distancias al caminar evoluciona. La meta es llegar como una plena al caminar. Si te cansas y tu musculatura se entumece, te encaramas en "La Escoba", servicio incluido que con una sonrisa y mucha amabilidad te recoge para la llegada una trillita dar. Aprendemos de la excelente y detallada cartografía impresa en mapas que facilita el Fondo para reconocer a La Ruta. Concientiza en el valor de nuestra rica geografía .

Más adelante, La Ruta contorneada en la céntrica altura que demarca las guardarrayas geográficas de Ponce y de Jayuya, se va a descansar a la cabeza del Gigante Dormido. Imagen, perfil o efigie montañosa que divisa la antigua y hermosa Adjuntas. Imagen guardiana que aleja las nubes cargadas de arrolladores de la construcción. Al son del amanecer y con la sabrosa humedad de las montañas, la caminata sigue a La Ruta hacia el mítico Monte de Guilarte. La cuesta que has de peregrinar te carga hasta el verde altar que has de llegar. En esta aeróbica subida, La Ruta te premia con una corta y refrescante bajada que bordea las impolutas aguas del Lago Las Garzas, una de las vistas más acogedoras de la caminata. A estas alturas la coral caminante desafía con su cantar: Mírala, que linda viene, Mírala que linda va, La caminata del Fondo, Que no da ni un paso atrás, ¡Ajá!. Cuentan que a esta distancia caminada hay quienes felices han liberado en epifanía sus pies atrapados en pequeñas calzaduras.

La Ruta luego se esmanda hacia el poblado de Castañer en Lares. Descender caminando a este poblado es respirar en la historia de un pueblo. A este litoral de Lares, de Las Marías y de Maricao se le conoce como La Tierra de Las Indieras por haber sido refugio de nuestra gente taína en el nefasto tiempo de la conquista de Borikén. Seguimos a La Ruta que nos fatiga subiendo una preciosa carretera por la que corría el escurridizo Toño Bicicleta, para ascender a las nubes del Monte del Estado y bajar de la mano con ella al pueblo de Maricao. La cercanía del final de La Ruta y la amistad cultivada entre las personas de la caminata es tan agradable que nos permea una angustia de separación.

Triunfante y con el coro: De Maunabo a Mayaguez, Lo logramos otra vez, Uno dos tres cuatro, la caminata entra y termina en la elegante plaza de Mayagüez. Medallas, pergaminos, felicitaciones y una gran fiesta en el hogar de una pareja caminante, cierra la cultural y espléndida jornada de ensimismarse con la serranía de Borikén.

Por Grego Marcano. Marzo, 2009

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